se alimenta el dolor
y se reflexiona acerca de la caducidad de nuestros días.
Aquel silencio, invade a muchos a nuestro alrededor, quienes en soledad contemplan la pérdida de su antigua vida.
Cada día, alimento mi día, procurando ayudar con mis pocas palabras, a quienes atraviesan por la tormenta que carcome sus vidas.
Palabras que también me regalo, reflejándome en aquellas admirables vidas.
Mi dolor se mitiga con la sonrisa de esas personas que están al borde del fin de sus días.
Sus últimos alientos, me contagian de deseos de vida, regalándome parte de su energía, para alimentar con vida a otros, a quienes poco también les queda de vida.
Atras quedaron los dias de desdicha, pues cada día conozco muchas vidas, que flaquean pero me contaminan de vida.
Andrés Corral
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